¿Cuándo volvimos a partir el mundo a la mitad?

Hace unas semanas, el periodista Félix Población escribía para Público.es un breve artículo titulado «Felipe VI no dijo Podemos», en el que se preguntaba si la ausencia de la primera persona de plural del verbo poder a lo largo del Mensaje de Navidad suponía un cambio estructural a la hora de confeccionar los discursos políticos de este nuevo año, marcado por la aparición de nuevas fuerzas políticas. Su capacidad de observación, simbólica y detallista, lograba aislar un hecho que ni siquiera llegó a producirse, como era pronunciar la forma verbal «podemos», del resto del contenido expuesto por Su Majestad el Rey.

Hay otras situaciones, sin embargo, que no pueden aislarse tan fácilmente entre sí. El atentado contra el semanario satírico francés Charlie Hebdo del pasado 7 de enero, por ejemplo, contiene un sinfín de matices ideológicos, religiosos y sociales que, después de la masacre, se muestran inseparables. Sigue leyendo

Un anillo para gobernarlos a todos (conclusiones sobre Juan Carlos Monedero)

El anillo de Juan Carlos Monedero es uno de esos elementos casi mitológicos que conforman la nueva política española. Ni las pajaritas de Sosa Wagner ni el pañuelo palestino de Sánchez Gordillo ni las chaquetas de pana que a veces llevan los progresistas nos habían dado nunca tanta información sobre alguien. Un objeto que se yergue en el corazón de la izquierda (dedo y mano, respectivamente) y que manifiesta ciertas similitudes con el discurso de su dueño, cobra protagonismo en cada gesto del politólogo.

La sortija (evitemos llamarlo joya, que eso es cosa de la casta) es hueca, de procedencia desconocida y poco -o nada- brillante. No habrá pagado por ella más que la parte legítima de su precio y antes de adquirirla lo habrá consultado varias veces con su círculo de confianza; pues ya se sabe que hay decisiones que uno no debe tomar solo. Tal vez la compró en Venezuela, o se la regalaron envuelta en viejos periódicos del ’78 o en páginas obsoletas de la Constitución. Si fue así, a lo mejor ese era el regalo y el anillo solo una excusa. Sigue leyendo

Conversaciones que nunca tuve con Tallón

«Los lectores deberían limitarse a leer a sus autores favoritos, y nunca intentar conocerlos» Juan Tallón, El váter de Onetti.

En cierta ocasión tuve la oportunidad de conocer a Mario Vargas Llosa. Fue en 2008, cuando vino a Tenerife para representar su obra Las mil noches y una noche, y mi inconsciencia literaria me llevó a estrecharle la mano a un desconocido al que, en apariencia, mi madre admiraba. Fue un apretón de manos inercial, preludio de una duda tan existencial como era: ¿y este quién es, mamá? 

Probablemente su respuesta estuvo bien medida, pues ningún testigo intimida más que un escritor, pero cuando este marchó calle abajo y le pregunté -con un poco de mala fe tardía- por qué no se había sacado una foto con él, ya no supo qué contestar. Sigue leyendo

Autopsia de un Cambio de carrera

“Recuerdo que cuando dejé la universidad dos mujeres solteras me preguntaron qué es lo que iba a ser, y cuando, audazmente, respondí: “Escritor” se llevaron las manos a la cabeza y una exclamó con reproche: “¡Tú, todo un licenciado en letras!” James Mathew Barrie en su obra biográfica Margaret Ogilvy.

Suelo empezar cada post citando a los autores que conozco. Celebro, como las primeras páginas de algunos libros, sus ocurrencias más vívidas, los sentimientos que un día decidieron disfrazar de literatura. Reseño, opino y, a fin de cuentas, trato de revivir la herencia moral y literaria de aquellos a quienes considero ejemplares; basándome en sus experiencias para intentar aclarar o sostener las mías. En este caso, son varias las que quiero subrayar y varios, a su vez, los escritores protagonistas que hicieron carrera en un mundillo para el que no existe una formación especializada.

La revolución industrial se olvidó de ellos. La división del trabajo y el aumento de la productividad atañía a herreros y a fabricantes de alfileres o de betún, no a artistas como tal. Por otro lado, novelistas como Dickens, que sufrió las duras condiciones del trabajo infantil, nunca llegarían a olvidarla. En su autobiográfico David Copperfield (1849), por ejemplo, reproduce las dificultades de una niñez truncada y proletaria, resarcida, finalmente, cuando logra convertirse en escritor. Sigue leyendo

Ni la importancia de llamarse Oscar

“El periodismo es ilegible y la literatura no se lee” Oscar Wilde en su obra: El crítico como artista.

El primero es un terreno complicado: Periodismo es tantas cosas hoy en día que ilegible podría adherirse perfectamente a alguna de sus acepciones. Manipulado, negocio, sensacionalista, irresponsable… también podrían contribuir a una desconfiada interpretación de la profesión. El periodista, que a su vez es muchas otras cosas, también hace desconfiar y, si realmente tiene madera, desconfía.

Las fuentes: incoherentes y tendenciosas, se parecen cada vez más a la declaración de bienes de un diputado; la línea editorial es rígida como una frontera, y las ideologías que esta separa hacen la guerra entre las secciones de política, economía y opinión; aunque todo se decida en los deportes, y se olvide con el Corazón. Así es el periodismo que no se deja leer. Y así es como los medios especulan con la información y comunican según intereses privados, involucionando conscientemente hacia lo que G. Orwell denominaba “Relaciones Públicas”. Sigue leyendo